
José Luis, hostelero salmantino
José Luis, hostelero de la calle Concejo: “En Semana Santa nos huele a incienso… hasta los calcetines”
Entre multitud de reservas y clientes que se llevan cinco raciones en tupper, su menú de Cuaresma ya es casi tan esperado como la salida de La Soledad.
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En la calle Concejo, entre procesión y procesión, hay otro clásico de la Semana Santa salmantina que también congrega fieles: el potaje de Cuaresma del Restaurante Valencia.
No suena a campana ni lleva cruz guía, pero José Luis Valencia y su equipo lo preparan cada año con la misma devoción que quien plancha una túnica negra el Viernes de Dolores.
"Lo hacemos con espinaca, almeja, garbanzo, pimiento, bacalao, huevo… Y para acabar, torrija. Todo va junto, como en las procesiones", explica con la seguridad del que sabe que ese menú se ha convertido en tradición para muchos.
Potaje para llevar y para predicar
Los viernes de Cuaresma, el comedor se llena. Y no solamente de clientes. También de tupperwares. "Hay quien se lleva cinco potajes para casa. Como si fuéramos un casapollos", bromea José Luis.
Otros repiten. Otros no pueden con todo, pero se lo guardan. "Dicen: ‘Me lo meriendo luego’. Como si la fe no engordara".
El ambiente es de procesión. Hay gente que entra preguntando directamente por el potaje, sin mirar la carta. "Vienen como si buscaran su paso favorito. Algunos solo vienen esos días, pero lo viven como si vinieran de toda la vida".
"Hay quien reserva mesa antes de Navidad. Ya saben qué día vienen, qué comen y hasta quién se sienta en cada silla".
Torrijas con pan de verdad
Y si el potaje tiene tirón, la torrija no se queda atrás. Especialmente para los que vienen de fuera. "Les dices que es un postre hecho con pan y te miran raro. Pero pan del de verdad. Pan portugués, miga apretada, nada de brioches blanditos. Y eso, claro, se nota".
A veces la sorpresa se convierte en devoción. "Hay quien dice que es la mejor que ha probado. Yo no sé si será para tanto, pero oye, vuelan. No duran nada".
Todo huele a incienso, hasta la chaquetilla
José Luis no disimula el cansancio que se acumula en estos días. Pero tampoco las ganas. "A nosotros ya nos huele a Semana Santa desde el Miércoles de Ceniza. La cocina, la ropa y hasta los calcetines". Y lo dice entre risas, mientras coordina reservas, entradas, turnos y pucheros.
Hay días en los que todo va por tandas. Hay mesas que se llenan con gente de túnica, otras con turistas despistados. Pero todos salen contentos. "Aquí se cocina al chuchú. Despacio, con base. No es moderno, es de los de antes. Pero por eso vienen".
Porque en Salamanca, la Semana Santa se vive en la calle, en los balcones, en las iglesias y también entre cazuelas. Y el potaje del Valencia, como los pasos de siempre, no necesita anuncio para ser parte del ritual.